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1 de diciembre de 2005

Terciarización laboral y demanda universitaria

En todo el sexenio se ha repetido la idea que las profesiones liberales no ofrecen un destino profesional satisfactorio, mientras que el estudio de disciplinas tecnológicas deparan mejores oportunidades de trabajo. Este discurso se apoya, principalmente, en recomendaciones de política pública emanadas de organismos multilaterales, aunque también en indicadores sobre la abundancia de estudiantes en carreras tradicionales contra el escaso volumen de vocaciones científicas y tecnológicas.

¿Se equivocan las familias y los jóvenes cuando eligen estudiar medicina, abogacía o administración, o la percepción de los hacedores de políticas públicas sobre el sector laboral es incorrecta? Vamos a ver.
 
Según los "Indicadores de la actividad industrial", publicados por el INEGI (2005), la actividad del sector de bienes industriales en 2000-2004 presenta síntomas de estancamiento y retroceso. Al considerar el índice de volumen físico de la producción industrial, resulta evidente que, a nivel agregado, el crecimiento en el quinquenio ha sido prácticamente nulo. En 2000 el índice tenía un valor de 137.2 puntos, tomando como base el volumen de producción de 1993. En 2004 el índice cerró en 137.2 puntos, esto es crecimiento cero en el periodo.
 
No todas las ramas industriales permanecieron estancadas, en algunas hubo crecimiento, en otras retroceso. En las ramas de minería, construcción, electricidad, gas y agua el índice presenta resultados positivos. El sector minero metalúrgico, así como la producción de electricidad, gas y agua, sostuvieron un índice de actividad con crecimiento positivo en todos los años del quinquenio. Asimismo, el sector asociado a la construcción muestra resultados positivos en el periodo aunque un comportamiento más errático: en 2001 decayó la actividad del sector en más de cinco puntos porcentuales, pero el crecimiento de 2004, de casi seis puntos porcentuales con respecto al año previo, compensó la tendencia.
 
En cambio, en el sector manufacturero, los datos consignan una tendencia negativa en lo general, con matices al especificar por rama productiva. En 2000 el índice de actividad era 144.2, siempre respecto a 1993, mientras que en 2004 de 141.1, esto es un retroceso de 3.1 puntos. Dentro del sector, presentan datos positivos las ramas de productos alimenticios, bebidas y tabacos; derivados petroquímicos; productos de minerales no metálicos; y la industria metálica básica. Presentan resultados negativos las ramas de productos textiles, derivados de la madera, productos metálicos y maquinaria, así como la rama de "otras industrias manufactureras".
 
Visto desde el ángulo del empleo, el fenómeno de retracción de la actividad industrial, y particularmente el estancamiento en el sector de las manufacturas, no hace sino repetir la tendencia apuntada. El indicador de participación porcentual de la fuerza de trabajo por grandes sectores de actividad es elocuente al respecto. Según datos del INEGI, mientras que en el año 2000 las industrias de transformación concentraban el 29 por ciento de la población ocupada, en 2005 la proporción recae a 24 por ciento. El déficit de empleo es cubierto por actividades comerciales y de servicios, principalmente del sector informal.
 
Hay que decir que la tendencia es de largo plazo, no solamente una característica del desempeño económico en el actual sexenio aunque, sin duda, se ha agudizado en los últimos años. Comparando datos de 1990 y 2005 se advierte una tendencia recesiva en el conjunto de actividades de aplicación tecnológica. Ya sea que se mida en contribución al producto interno bruto, oferta de trabajo, o volumen de producción, el sector manufacturero ha crecido a una velocidad inferior que el resto de las actividades productivas del país.
 
Desempeño de las manufacturas
 
Hay que decir que, en los años inmediatos siguientes a la firma del tratado de libre comercio con EUA y Canadá, la producción de manufacturas observó un significativo repunte, fenómeno que repercutió favorablemente en los niveles de exportación y en la balanza de pagos. Pero el efecto positivo del TLCAN parece haber agotado sus posibilidades en el sector, y el escenario de competencia con economías manufactureras como China e India no parecen augurar posibilidades de una reactivación a corto o mediano plazo.
 
En efecto, incluso la industria maquiladora de exportación, que se había planteado como el sector más dinámico dentro de las manufacturas, no alcanzó a recuperarse de los efectos de desaceleración económica de Estados Unidos. Este sector, que en el año 2000 contaba con 3,590 establecimientos en activo, termina 2004 con 2,810. Además, se estima una pérdida cercana a los doscientos mil empleos en maquiladoras durante el mismo periodo.
 
De este modo, la "señal de mercado" que proyecta el estancamiento de la economía manufacturera es bien distinta de aquella que propone el discurso sobre las necesidades de profesionales formados en ingenierías y tecnologías. Sin ánimo de desacreditar la convicción de quienes piensan que un futuro posible para el país radica en la formación de sujetos con conocimientos y capacidades para impulsar tanto el desarrollo tecnológico como la economía basada en el conocimiento, hace falta responder algunas cuestiones elementales: ¿qué instrumentos de política económica, particularmente de política industrial, habrá de establecer en los próximos años para ofrecer oportunidades de realización al talento formado en esas especialidades? Más allá del discurso voluntarista ¿qué datos de la realidad pueden convencer a la demanda estudiantil para acercarse a las opciones científicas y tecnológicas?
 
Por eso, mientras la política educativa cierre los ojos a los indicadores básicos de la economía y el mercado realmente existente, se repetirá incesantemente el discurso de las profesiones saturadas.

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