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19 de diciembre de 2013

Programa Sectorial de Educación 2013-2018. Apreciaciones a bote pronto

Se publicó en el Diario Oficial de la Federación el viernes 13 de diciembre el decreto del Plan Nacional de Desarrollo (PND). En tiempo y forma. Consta de 58 páginas, extensión que supera notablemente a su antecesor, el programa educativo federal de 2007 a 2012, contenido en 37 páginas del DOF, aunque es considerablemente más breve que el Programa Nacional de Educación 2001-2006, de casi 250 páginas. Su estructura replica la del PND. Se inicia con un diagnóstico que aborda la problemática educativa nacional a rasgos generales y particulariza señalamientos sobre educación básica, media superior, superior, y el sistema de formación para el trabajo. Incluye la sección algunas consideraciones sobre inclusión y equidad, así como sobre las relaciones de la educación con el deporte, la cultura, y el desarrollo científico y tecnológico.

A continuación se describe el alineamiento de los objetivos específicos del PSE con los objetivos y estrategias de la meta “México con educación de calidad” del PND. Luego viene la sección más amplia y sustantiva del documento, el capítulo tercero que contiene los objetivos, estrategias y líneas de acción del programa. Por último, se presentan los indicadores que permitirán apreciar avances de la gestión educativa sexenal.
 
Pocas novedades
 
En términos generales el PSE contiene muy pocos elementos que no hayan sido anticipados en las iniciativas del Pacto por México o en el PND. Está presente la preocupación por mejorar la calidad y la pertinencia de los servicios, el énfasis en la evaluación de resultados, así como la propuesta de enfocar recursos para atender necesidades de infraestructura y equipamiento. Se reitera también la necesidad de mejorar la formación inicial y la actualización del magisterio, lo que incluye el fortalecimiento de la educación normal, el proyecto de profundizar las líneas de desarrollo de la Reforma Integral de la Educación Media Superior, así como la intención de mantener, con los ajustes del caso, la política de incentivos para incidir sobre el crecimiento y la mejora de la educación superior.
 
No podía faltar y no falta la mención a las “nuevas” tecnologías de la información como soluciones para remediar problemas de distribución territorial, así como elementos modernizadores de la formación escolar en todos los niveles. Tampoco se omiten ideas para acercar los procesos educativos a las necesidades del entorno local y las oportunidades del mercado. Para disminuir la deserción y rezago escolar, el PSE repite la fórmula de becar a los estudiantes más pobres. Se agrega la política, ya iniciada en la administración pública federal, de ordenar y simplificar el cúmulo de subsidios estudiantiles en vigor para contar con una suerte de sistema nacional de becas.
 
Agujas en el pajar
 
Pese al enfoque de continuidad del programa, hay algunas propuestas innovadoras. Vayan algunos ejemplos entresacados del catálogo de líneas de acción. En educación básica está la iniciativa de “introducir nuevos mecanismos de asignación de recursos para que las escuelas cuenten con un presupuesto y puedan tomar sus decisiones” (línea 1.1.8). También la de “impulsar en las escuelas de tiempo completo un nuevo modelo educativo de la escuela pública mexicana” (línea 1.1.10). Ambas ideas implican cambios que, de llevarse a cabo a gran escala, redundarían en resultados valiosos. Hay que esperar, está claro, la definición del “nuevo modelo” de escuela pública. Ojalá que implique una renovación pedagógica de fondo y no sólo una fórmula organizacional distinta.
 
Destaca también la propuesta, simple pero significativa, de “seleccionar los contenidos indispensables para que los maestros puedan enseñarlos con profundidad” (línea 1.3.2). Le haría muy bien a la educación básica. También es interesante la idea de “poner a disposición de las escuelas un conjunto de apoyos para que sus docentes constituyan y desarrollen comunidades de aprendizaje profesional” (línea 1.4.5). No porque sea una tarea del todo nueva, sino porque, en los contextos en que se ha experimentado, ha dado buenos resultados. Por último, resalta la intención, indicada en la estrategia transversal de “igualdad de oportunidades y no discriminación contra las mujeres”, de “establecer mecanismos de detección y sanción del maltrato docente.” De implantarse a conciencia confrontaría una de las prácticas más nocivas de la vida escolar cotidiana.
 
En la educación media superior la mayor apuesta está en fortalecer el Sistema Nacional de Bachillerato e impulsar el Marco Curricular Común. En este rubro, uno de los retos más complicados, si no es que el principal, consiste en negociar el mecanismo de participación de la UNAM en el esquema. Transitar por esta vía tendría reflejo en el extenso sistema de bachillerato incorporado a la máxima casa de estudios. Pero no está fácil.
 
En el tramo de educación superior hay muy pocas ideas frescas. Sobresale, como lo señalamos aquí hace una semana, la de lograr una mayor coordinación práctica y de enfoque entre las distintas fórmulas de evaluación. También se indica la posibilidad de “Promover reformas legales que impulsen la calidad y actualización de los profesionistas” (línea 2.3.7). ¿Se está aludiendo a la fórmula de certificación profesional que, potencialmente, coloca en condición de riesgo a la autonomía universitaria?
 
De las cosas que valen la pena en el PSE, el enfoque de género que se intenta impulsar desde la primaria hasta en el Sistema Nacional de Investigadores. Hay un largo trecho que recorrer, pero es de reconocerse el paso dado. Merece análisis específico las previsiones para el sistema de certificación de competencias laborales porque, al parecer, es uno de los proyectos más ambiciosos del PSE. Lo dejamos pendiente.

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