Poco duró el encanto. Tras ocupar, en 2005, el lugar 95 en la lista del Times
Higher Education Supplement (THES) y de avanzar al 74 en 2006, la UNAM fue a
parar hasta el 192 en la última edición del suplemento (9 de noviembre de 2007).
Curiosamente, en la primera edición del ranking (2004) la Universidad Nacional
fue puesta en el sitio 195. Una trayectoria circular aparentemente inexplicable.
Al igual que en años anteriores, la clasificación se basó en aspectos
subjetivos y objetivos. La mitad de los puntos se adjudicó a factores de
prestigio: la opinión de pares representó 40 por ciento del total, y el punto
de vista de egresados y empleadores otro 10 por ciento. El resto del puntaje
ponderó datos objetivos: la cantidad de citas bibliográficas en revistas
indexadas sobre el total de académicos (20 por ciento), la proporción de
estudiantes por académico de tiempo completo (20 por ciento), la proporción de
estudiantes extranjeros (5 por ciento) y la proporción de académicos extranjeros
(5 por ciento). Hasta aquí los criterios de evaluación son los mismos que el año
pasado. Veamos las diferencias.
La más significativa fue el uso de valores Z (puntajes estandarizados) en
lugar de valores proporcionales referidos a la puntuación más alta. El nuevo
método otorga puntos a cada institución con base en la calificación promedio de
cada variable, lo que al parecer evita las grandes brechas entre puntajes
observados en ejercicios previos. Otra diferencia de peso radica en la
construcción del indicador de estudiantes por académico. Antes sólo se dividía
la matrícula entre el total de académicos, sin distinción entre tiempos
completos y parciales. Esta vez se buscó construir un indicador de académicos
de tiempo completo, que suma al personal en esa situación la cantidad requerida
de académicos por horas para integrar individuos de tiempo completo. Por
ejemplo, dos académicos de medio tiempo cuentan por uno de tiempo completo.
No menos importante, el cambio de base para el registro de las citas
bibliográficas. Hasta el año pasado se utilizó la Thompson-ISI, esta ocasión se
optó por la Elsevier-SCOPUS, decisión nada insignificante si se toman en cuenta
las diferencias entre ambas. La base SCOPUS fue lanzada en 2004, aunque registra
información bibliográfica desde 1964. Mientras que la versión más completa del
Thompson-ISI (la Web of Science) sistematiza el contenido de 8 mil 700 revistas
académicas, SCOPUS tiene indexadas 14 mil 185. En el primer caso, la compañía
decide, mediante evaluación individual, las revistas que se añaden al índice. En
cambio, SCOPUS suma publicaciones previamente contenidas en otras bases
bibliográficas, cada cual con su propio criterio de aceptación. ISI-Thompson es
más selectiva, SCOPUS más extensa.
Ambas, sin embargo, presentan un sesgo definitivo hacia el área
angloparlante; 80 por ciento de las revistas en el ISI-Thompson y 83 por ciento
en SCOPUS son en inglés. Además el número de revistas de humanidades y artes en
SCOPUS es marginal, mientras que del área biomédica están prácticamente todas.
La combinación de los nuevos criterios arrojó ganadores y perdedores. Las más
beneficiadas, de lejos, fueron las universidades de Reino Unido, país sede del
ranking THES. En 2006 había 15 en la lista de las primeras 100 y en 2007 se
agregaron cuatro más, y de las 28 ubicadas entre las primeras doscientas, 23
mejoraron su posición, cinco descendieron y una quedó igual.
Mientras que en 2006, 66 por ciento de las primeras cien eran universidades
en países de habla inglesa (Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá, Hong
Kong, Singapur, Nueva Zelanda e Irlanda), dicha proporción sumó 77 por ciento en
2007. Aparte de la UNAM, salieron de la lista instituciones de Rusia e India. La
explicación del ranking para el primer caso, es que ahora se tomaron por
separado las distintas sedes del Instituto Tecnológico, y para Rusia que la
Universidad de Moscú disminuyó su presupuesto.
Del área iberoamericana, la Universidad de Barcelona descendió del lugar 190
al 194, la Universidad de San Paulo mejoró del 284 al 175, y la Universidad de
Campinas del 448 al 175: un saltito de 273 lugares.
Decir que un sistema de clasificación es bueno cuando nos favorece es tan inútil
como cuestionarlo porque nos perjudica. ¿No será más sensato identificar, en su
justa dimensión, las principales fortalezas de las universidades, su impacto
social y cultural, su relevancia para el desarrollo nacional, su contribución en
la formación de nuevas generaciones, su papel en el debate de los grandes
problemas del país, entre otros temas intangibles para los rankings? La otra es
ponernos a escribir en inglés, if you know what I mean.