Entre quienes nos dedicamos al estudio de la educación superior en México, la
obra de Rollin Kent ha sido, por muchos años, una referencia constante. Su
trabajo representa una contribución central a la investigación sobre las
dinámicas políticas del cambio universitario. No menos importante, su pionera
incursión en el campo de la educación superior comparada.
No por casualidad los libros y artículos del profesor Kent figuran entre los
más citados de la bibliografía latinoamericana sobre políticas universitarias.
Sin demérito de otros especialistas, probablemente Kent sea el autor mexicano
más conocido en el medio anglosajón dedicado al tema.
Por ello, es de interés la reciente publicación del libro Las políticas de
educación superior en México durante la modernización: un análisis regional,
editado por la ANUIES en la renovada colección Biblioteca de la Educación
Superior. En este volumen Rollin Kent aparece como coordinador, aunque es autor
o coautor de la mayoría de los capítulos.
La obra es un producto del proyecto trinacional (México, Estados Unidos y
Canadá), que se inició hace justamente diez años, titulado “Alliance for
International Higher Education Policy Studies”. En la sección introductoria se
aclara que para cada país se integraron grupos de trabajo con la encomienda de
elaborar estudios de caso de alcance regional, como base para establecer una
comparación plausible entre los tres sistemas. Para México se eligieron los
casos de Guanajuato, Jalisco, Nuevo León y Puebla. También se hace notar que el
diálogo entre los grupos de trabajo dio lugar a la elaboración de un marco de
referencia común, el cual orientó el abordaje de los casos en torno a un
conjunto compartido de preguntas e hipótesis de investigación.
En tanto ejercicio de análisis político comparado, el estudio enfrenta el
complicado reto de indagar en qué medida, a través de qué mecanismos
específicos, y bajo qué fórmulas de transacción, las políticas nacionales y
estatales consiguieron tener expresión e impacto en las transformaciones
experimentadas por las instituciones de educación superior a partir de la década
de los noventa. Estas preguntas son comunes en la indagación de los sistemas
universitarios de los tres países, y también en el estudio de casos en cada uno
de ellos.
El primer capítulo, titulado “Una visión conceptual de los procesos de cambio
en las políticas y los sistemas de educación superior”, introduce al lector en
la perspectiva teórica y metodológica de la evaluación comparada. El autor hace
notar que, a pesar de la proliferación en la literatura de estudios de caso
nacionales y locales “existen escasas respuestas a preguntas como: ¿los cambios
han generado procesos y efectos comunes o divergentes?, ¿han mejorado la
equidad, el acceso de los jóvenes a mejores empleos, y el desarrollo económico y
tecnológico de las regiones?” (p. 19).
Kent acierta en hacer notar el vacío de respuestas a preguntas básicas como las formuladas, sobre todo de respuestas basadas en estudios
objetivos apoyados en métodos de comparación sistemáticos. De ahí que, junto con
el grupo de investigación del proyecto, se postule la hipótesis general que guía
el estudio: “el desempeño de la educación superior está fuertemente asociado a
la red de reglas federales y estatales, que prohiben, exigen, animan, desaniman,
penalizan o recompensan ciertos comportamientos y estrategias, a través de los
cuales las universidades y demás instituciones de educación superior buscan
satisfacer sus objetivos organizacionales” (p. 21).
El lector habrá notado la afinidad del anterior planteamiento con la
perspectiva del neoinstitucionalismo. La hipótesis de trabajo guía una
indagación en el sentido de cotejar, en realidades más o menos dispares, si se
cumplen los presupuestos de una generación de políticas públicas (las de los
años noventa prolongadas en esta década), en efecto centradas en la opción de
incidir en el rumbo universitario mediante estímulos e incentivos dispuestos
para la promoción de objetivos tales como la mejora de calidad, la vinculación
con el sector productivo, y la ampliación de oportunidades mediante el
crecimiento y diversificación del sistema.
Antes de presentar el conjunto de casos estatales, el texto ofrece una
síntesis muy bien elaborada acerca de la gestación, promoción e implementación
de dicha generación de políticas universitarias. El periodo comentado comprende
los años de 1990 a 2004, aunque, salvo los datos, las apreciaciones son válidas
hasta la fecha. El capítulo correspondiente se titula, con acierto, “La economía
política de la educación superior durante la modernización”, y hace alusión a
los instrumentos de política pública gestados en el sexenio de Carlos Salinas de
Gortari y puestos en operación en las siguientes administraciones públicas.
Presenta en seguida la obra los casos de los sistemas de educación superior
de Guanajuato, Jalisco, Nuevo León y Puebla. En todos ellos se revisan los
principales cambios institucionales que han tenido lugar a consecuencia tanto de
la aplicación de programas federales, como en función de dinámicas políticas
propias del entorno estatal. No sobra hacer notar que los estudios
correspondientes se basan tanto en datos estadísticos como en un amplio conjunto
de entrevistas a los actores relevantes en la gestión de la educación superior
de los estados.
Los estudios de caso dan respuesta parcial a los interrogantes formulados al
inicio de la obra. Se encuentra evidencia de procesos de transformación que
parecen responder a los arreglos de alcance nacional y estatal, aunque también
se advierten procesos emergentes (que no siguen la secuencia lógica de la
transición institucional) y, en algunos casos, resultados más bien discretos,
cuando no ausentes, del cumplimiento de los objetivos programados. En términos
generales, los autores arriban a una respuesta provisional: las políticas han
surtido varios efectos, algunos de ellos previstos en el diseño de los cambios,
pero también algunos inesperados que son producto de la complejidad de factores
que atañen al cambio universitario. En fin, un libro muy recomendable.